jueves, 28 de abril de 2016

Tres minutos antes

Portoviejo.
Antes de llegar, tuvimos que pasar por la zona de desastre. No podía creerlo. La mayoría de edificaciones de la urbe ya no existían, habían colapsado. La gente entre curiosa y asustada, caminaban absortos ante la desolación. Se hablaba de gente atrapada en los escombros, se rumoraba que la represa Poza Honda se venía con todo y que habría otro terremoto. La gente especuló mucho.
Antes y después del terremoto.


Afuera, en las provincias hermanas, nuestros amigos ya sabían de la magnitud y desesperados trataban de comunicarse pero era imposible. Las redes estaban averiadas, no hubo luz dos días por mi sector y otros, hasta ahora no tienen.


 ¿Dónde te cogió?
Estaba sola en casa. Después de bañarme y merendar, preparé un espacio para empezar a trabajar en un proyecto. Prendí la televisión. Me senté en el sofá. Coloqué sobre el teclado de la computadora mis manos para empezar a escribir y de pronto sentí un movimiento, me senté de un salto. Esperé unos segundos con la mirada en el techo. La casa sonó "crack", fue en ese momento que me levanté presurosa y caminé hacia la puerta del patio. Al salir me quedé parada preguntándome qué sucedía, el cielo estaba de color anaranjado oscuro, anochecía.

La tierra no cesó y cada vez se hacía más fuerte. Los gritos de todo Portoviejo se hicieron uno solo, el terremoto se hizo sentir. La luz se fue, empeorando el sufrimiento. A mi alrededor escuchaba que las cosas se caían, se escucharon estruendos espantosos. Afuera, los vecinos llamaban a sus hijos en una lucha casi imposible por mantenerse en pie. La tierra no dio tregua. Seguramente, sino me sostenía de un gran tacho azul que sirve para almacenar agua, me hubiese caído por el remezón.

Cuando paró, solo escuchaba llantos y lamentos. Yo estaba bien aunque desorientada, no sabía si quedarme ahí o entrar a la casa. Se me quisieron salir las lágrimas pero me las amarré. Con prisa entré, me cambié de ropa, tomé una mochila y metí lo que creía me serviría. No encontraba las llaves. El corazón me latía tan fuerte que mis manos temblaban del miedo. Ya todo estaba en tinieblas. Con la luz del celular me guié un poco y bajé enseguida con mi familia. Allá estaban todos asustados, aterrorizados.

Mi ciudad en escombros
Mi familia por parte de padre y madre, amigos cercanos y conocidos, estaban bien, pero había otra gente que lo había perdido todo.  Empezaron a llegar los rumores de que en el Centro había cualquier cantidad de muertos. Nos quedamos incomunicados. No se sabía a ciencia cierta qué había ocurrido. Esa noche nadie "pegó el ojo". El terror volvió como a las 02:30 de la mañana con una réplica fuerte que nos levantó de golpe. Las dos únicas velas estaban a punto de terminarse. Hasta que amaneció.

Comerciantes del sector popular de Portoviejo de la
García Moreno entre Quito y Alajuela. Allí se concentra
la sazón de mi tierra.  
Con mi ñaño, luego de analizar lo que se venía después del terremoto, caminábamos hacia el mercado para poder abastecernos de alimentos, no había otra alternativa (45 minutos de caminata).

Compramos 10 dólares en cosas básicas: Arroz, azúcar, cebolla, tomate, pimiento, papas, maní, queso y verde. Los comerciantes sí se habían ubicado en los sectores de la Chile y Quito, García Moreno y Quito, y la Alajuela, a vender sus productos, pese a que parte de su estructura y algunas edificaciones cercanas estaban colapsadas.

Cifras
Según un comunicado, vía página web y redes sociales, la Dirección General de Servicios Públicos del GAD Portoviejo, contabilizó los inmuebles afectados por el terremoto de 7.8 que azotó Manabí y Esmeraldas:.
  • 94 edifcaciones colapsadas.
  • 215 edificaciones con riesgo de colapso.
De la misma manera, anunció el restablecimiento de los servicios de agua y recolección de basura, entre otros, a días del fenómeno natural.
Tomado del fanpage de la municipalidad.
Tomado del fanpage de la municipalidad.
Tomado del fanpage de la municipalidad.






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